Aquella, la calle Rafols, es una calle centenaria de mi pueblo que la ví desde pequeño poblarse de personas, asfalto, acueducto, acero, concreto, escuelas, colegios, urbanizaciones y caseríos. Donde desaparecieron los aljibes, las cunetas y las aceras cambiaron cada vez que se acercaba un año eleccionario. Donde ví desaparecer el Bienestar Público, el Hospital Público, la estación de leche, el laundry, la cabeza de la Calle del Carmen y la transformación del Rabo del Buey, su charca, su Samán, la casa de los Pintos, una casita de esquina donde Don Albizu Campos fue a tomar una siesta antes de su oratoria nacionalista en la plaza del pueblo y tantas cosas.
Inclusive el Teatro Liberty se fue apagando; aunque haya sido reconstruido y bien adornado, ya no hay la alegría de sus palcos, de su gallinero, de sus butacas. ¡Cuanto extraño aquellas presentaciones! Los Richardinis, Los Panchos con Julito, César Concepción y Joe Valle, aquel majestuoso cantante mejicano Antonio Aguilar, con aquella voz potente, en la parte más alejada del escenario y de aquellos micrófonos parecidos a plomadas,. La tristeza de Don Oscar al no poder traer a Miguel Aceves Mejía, cuyo costo era para aquellos tiempos de 600 dólares. ¿Cómo pagar una presentación donde escasamente tenía una cabida para 300 personas? ¿Quién podría pagar más de un ¨real¨ por ver al guapanguero, cuando todos éramos escasos en pesetas? Aquel sonido magistral de un audio de la RCA Víctor, donde la voz de un Arturo de Cordova, una Lamarque, una Victoria, un Fernando, de dos Pedros, un Jorge de un Solís, de Gardel o aquel magistral Mario Lanza en la vida de Caruso o la del Príncipe Estudiante. Aquella primera presentación en Cinemascope con Ann Blith en pantalla gigante, o aquellas maratónicas, Pasión y Muerte de Nuestro Señor en el Sábado Santo, o la primera vez que hubo que separar las funciones, para varones y varonas porque sencillamente, en una parte de la película aparecía escasamente una mujer dando a luz a una criatura. O donde tuvimos la oportunidad de ver a Fuente Ovejuna de Lope de Vega, dónde por primera vez se uso una fuente de agua fría.
En el 1950 como se llevaron a Miguel Marichal de mi calle, a Don Miguel Rodríguez y equivocadamente al republicano ultra plus de la calle, al Sr. Fidel Martínez y también a uno de los Venegas, con aquélla triste ley de la mordaza, ejemplo de las leyes de Bismark o de aquel senador Macarthi, americano que por poco nos encierra a nuestro Severo Ochoa, inclusive a la mente que produjo la bomba atómica, Oppenheimer y quien sabe si a Jesús si hubiese sido norteamericano. Recuerdo los apagones de la calle en el postconflicto correano, le dábamos el nombre de ¨Black Out¨ algo que luego sonó a leche y mantecado mezclado y batido con una Coca Cola que en sus ingredientes tenía algo de coca y que aseguraba sus ventas por el hábito que producía.
Los repiques de campanas, tanto de la Betances como de la Iglesias Presbiteriana y Católica llamando a un Angelus que pocos clamaban. Aquella inmensas procesiones que venía de lo alto del Rabo del Buey y se extendían hasta el ápice de la Calle del Hospital, aquellas Hijas de María vestidas de Blanco con una esclavina azul portando a la madre de Nuestro Señor, aquellos Días de Gracia donde la Iglesia Presbiteriana bien de madrugada cantaba por las calles, aquél famoso himno, Es Cristo La Roca el Ancla de mi Fe... ¡Qué maravilloso pasado y eso no es más que el principio, porque mi calle estuvo llena de vidas, de personas gloriosas, apellidos como Mejías, Jiménez, Hernández, Rivera, Martínez, Roca, Irivas, Reverón, Ávila, Badías, Álvarez, Luciano, Gómez, Marichal, Vázquez, Árias, Ríos, Feliciano, Abrams, Altreche, Hidalgo, Mercado, De Jesús, González, Del Pilar, Vives, Heyliger, Pérez, Rosa, Reverón, Lloveras, Venegas, Alago, De León, Silva, Cordero y otros que no puedo recordar, llenos de personas, pobres, humildes,sinceras,honestas,trabajadoras,espetuosas,socialistas,populares,republicanos,nacionalistas,pipiolos,protestantes, masones, católicos de todos los oficios, retablos de nuestra gloriosa calle. Un pasado generoso. Hoy quedan tres Viejos y algunos no tan viejos, don Pepito, doña Luz, don Mino, don Pochi, las hermanas Irivas. Perdimos a Elisa la de Pepito, la que hoy se llama María Luisa, hace unos días y a Carlitos Hernández. Nos estamos vaciando, la calle pierde su fisonomía espiritual. Que pasará Señor cuando ya no quede nada de nuestra Calle Rafols, sólo su nombre, en el vacío. Gracias por darnos nuestra Calle Rafols Sr., cuídala, devuelve a su gente en nuevas caras con el mismo espíritu.
domingo, marzo 08, 2009
Sobre la Calle Rafols - Por Papo Vives
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2 comentarios:
Excelente, me transporto a los mejores años de mi vida en mi Pueblo Quebradillas
Papo siempre me haces recordar los juegos en la calle, volleyball, los inventos de Vitin en la cocina, el olvidarsele a Wally poner las habichuelas a hablando por estar jugando. Y a mamá lleno a checker para que no le pelear a Wally. El famoso camastro de doña Luz!! Ay, que de memorias bellas. Hemos vivido lo mejor de los tiempos . Alicita
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